EL ARTE DE PERDONAR A LOS DEMÁS
Un desafío que aporta paz y felicidad
El siguiente paso en la curación de nuestro estanque consiste en aprender a perdonar a los demás. Perdonar a los demás puede ser un desafío igual de profundo que perdonarte a ti mismo -cuando lo tomas en serio-. Puede ser muy estresante cuando todavía sientes dolor en tu corazón, pero a la larga te ofrece grandes beneficios.
El perdón es una herramienta psicológica que puede ayudarnos a ser más felices y hacer felices a los demás. Como decía Shakespeare, el perdón es un bálsamo que favorece a quién lo recibe y también a quien lo da. Es una energía sanadora y liberadora que transforma la energía volviéndola más ligera.
Todas las tradiciones espirituales nos enseñan que el perdón es un instrumento esencial para conseguir la paz interior. La psicología clínica afirma lo mismo. Cada vez que perdonas a tus padres, amigos, vecinos, jefe o enemigos, y lo haces de corazón, tu mundo interior se aligera y tu corazón luce más claro.
Perdonar a los demás consiste en dejar de lado el rencor y la rabia que sentimos y cultivar la comprensión, la compasión y la generosidad. Como sucede con otras virtudes espirituales, la capacidad de perdonar está en nuestro interior de manera natural, pero también se puede cultivar. Se puede lograr cuando conectas con tu interior y comprendes que el perdón te beneficia. Los estudios clínicos confirman que el perdón favorece la curación, aleja el estrés, mejora el sistema inmune y abre las puertas a la felicidad.
Algunas personas tienen graves problemas para perdonar porque el dolor que sienten y la rabia que acumulan, les impide ofrecerlo.
¿Perdonarle yo? ¿Con lo que me ha hecho? ¡Jamás lo haré!
Cuando hablamos con personas dolidas y oyen la palabra perdón, a menudo se enfurecen porque piensan que no las estás ayudando. El dolor que sienten se convierte en rabia y ésa energía domina su mente. A menudo piensan que estás dando la razón al agresor y se sienten ofendidas. Esto ocurre porque no entienden lo que significa realmente el perdón y necesitan entender la terapia.
A lo largo de los años he conocido a muchísimas personas que no pueden perdonar. Por más que lo intenten no pueden hacerlo. Estas personas fueron víctimas de violaciones, agresiones, infamias, estafas y otros daños muy graves. Como en estos casos la herida era profunda, el dolor que sentían se mantenía fresco en sus mentes a pesar de los años. Y ése dolor les impedía perdonar.
Cuando me encuentro con personas así, evito hablar del perdón en la primera conversación. He comprobado que lo mejor es centrarse en la propia persona, sanar su herida y ayudarla a ser más feliz. Si la persona consigue sanarse por dentro y retoma el control de su vida, su energía volverá a lucir de nuevo. Si se siente comprendida, respetada, segura y amada, entonces podrá ser feliz. Y sólo cuando la felicidad reine en su vida, podremos hablar de perdón.
Perdonar no es justificar los actos malvados.
Perdonar no es dar la razón al agresor que te hirió.
Perdonar no es permitir que te lo vuelva a hacer.
Perdonar no significa que tengas que volver a ser su víctima.
El perdón auténtico no consiste en abrir la puerta al agresor para que repita su crimen. Tampoco consiste en abandonar tu autoridad y seguridad. Si alguien te dañó, necesitas poner barreras para que no te vuelva a ocurrir. Necesitas aprender de la experiencia y evitar que se repita. Si alguien te roba en el trabajo y lo perdonas, eso no impide que seas más prudente con él. Y si alguien te trata mal puedes perdonarle y al mismo tiempo ponerte en tu sitio.
¿Qué significa perdonar?
¿Significa olvidar?
¿Significa liberar a la persona del justo castigo que se merece?
Perdonar significa ir más allá del daño que te oprime. Significa ahondar en la bondad de tu corazón y conectar de nuevo con tu pureza. Cuando vivimos hechos dolorosos, la rabia y el rencor se apoderan de nuestras mentes, y esos sentimientos nos impiden conectar con nuestra bondad interior. Pero si somos valientes como para buscar en nuestro corazón, nos será más fácil encontrar la energía necesaria para hacerlo.
Los niños pequeños pueden enseñarnos muy bien lo significa el perdón. Ellos viven en el presente en todo momento y reaccionan de acuerdo a lo que sienten aquí y ahora. No se dejan atormentar por los hechos del pasado, saben sacudirse del orgullo y la venganza y escogen la bondad de manera natural.
Hace unos meses mi hermana tuvo un percance con su hija pequeña. Estando jugando en su casa, se descuidó un momento y la niña cayó de la silla. Se hizo daño en el labio y asustada, mi hermana y su marido, la llevaron a urgencias. El médico le recetó una pomada y enseguida la niña se calmó. Cuando volvieron a casa la niña estaba feliz, jugando con sus muñecas como si nada hubiera ocurrido. Al verla feliz, mi hermana empezó a llorar porque se sentía culpable. La niña, al ver a su madre llorando, le dijo: “No llores mamá, que ya no tengo mal”. Ella siguió tan feliz como si no hubiera ocurrido nada. Sin embargo mi hermana se sentía culpable por no haberlo evitado.
Los niños viven en el presente constantemente. Su consciencia no vive en el pasado ni el futuro. Se mantiene en el aquí y ahora. Tampoco son rencorosos como los adultos porque saben vivir en el momento. Si están mal, lloran y expresan su dolor. Y si están bien, sonríen y disfrutan de la vida. Esa actitud tan presente, puede ayudarnos bastante a entender lo que significa perdonar.
Perdonar es vivir en el presente, poner nuestra consciencia en el ahora y no limitarse por los hechos del pasado. Si te han herido y estás sufriendo mucho necesitas curarte en primer lugar. Necesitas sanar tu herida y reponerte. Luego, cuando te sientas mejor necesitas aprender de la experiencia y volver a tu presente.
Perdonar puede ofrecerte el alivio, devolverte la paz y recuperar la energía que necesitas para seguir con tu vida. Las personas que aprenden a perdonar de manera sincera, son mucho más felices. No están dominadas por el rencor y saben disfrutar de la vida. Aunque aprenden de la experiencia para mantenerse seguras, saben estar en el presente y no se atormentan por los disgustos del pasado. Encuentran la paz en su corazón y pueden “volver a jugar con las muñecas”.
Hace unos meses vi un documental de una chica que fue víctima de un atentado en Madrid. En el atentado varios terroristas pusieron bombas en la estación y desgraciadamente ella se encontraba en el tren. Afortunadamente sobrevivió, pero la explosión hizo que perdiera las piernas. Cuando se despertó en el hospital, su madre le dijo que tenía dos opciones: vivir toda la vida odiando a los terroristas, o perdonar y empezar de nuevo para ser feliz. Su madre también fue víctima del atentado pero muy sabiamente animó a su hija a elegir. Ella eligió perdonar, porque sabía que no podía vivir toda la vida con ése rencor en su interior. Cuando le preguntaron los periodistas porque los perdonó, dijo que no lo hacía por ellos, sino para soltar el rencor que sentía en su interior. Cuando lo hizo, pudo sanar su corazón, retomar su vida y ser feliz.
Perdonar a los demás es una decisión muy valiente que puede ayudarnos a ser más felices. Aunque soy consciente que este caso fue muy duro, la actitud de esta chica tiene mucho que enseñarnos. Ella eligió perdonar porque sabía que era el único camino para ser feliz. No lo hizo porque los terroristas merecieran su perdón, sino porque sabía que era lo que le daría la paz interior.
Perdonar a otra persona es liberarla de cualquier intento de justicia o venganza que sientas por tu parte. Es disolver la cadena dolorosa que te ata a ella. Cada vez que niegas el perdón y te dejas dominar por la rabia, estás uniéndote energéticamente a la persona que te hirió. La estás alimentando desde tu mente y eso le da más poder. En cambio, cuando perdonas y sueltas ésa emoción, puedes recuperar la alegría y seguir con tu vida.
Comprendo que no todas las personas tienen la misma capacidad para perdonar, lo comprendo bien. Eso es algo que depende en buena medida del carácter, educación, ámbito familiar y circunstancias de cada persona. Sin embargo, cultivar el perdón nos ayuda a ser mejores.
El perdón es una elección.
El perdón es una actitud ante la vida.
El perdón es una forma de sanar tu interior y tu vida social.
El perdón te hace mejor persona.
El perdón eleva tu alma.
Muchas personas perdonan a los demás, pero no lo hacen realmente. Decir “Te perdono” no es suficiente para que la sanación real se produzca. Aunque estas palabras pueden sonar muy bien, no tienen poder si todavía sientes rencor en tu interior. A menudo nos vemos obligados a perdonar a los demás para quedar bien, para mantener la imagen de buenas personas o para ser aceptados socialmente. Esto en realidad no es sano, porque bajo las aguas del falso perdón, se esconde oculta nuestra sombra. Si has perdonado de mentira, pero a la menor ocasión sientes que puedes tomar la revancha, significa que nos has perdonado.
Hace unos años conocí a una mujer que había sufrido mucho por un tema legal. Por lo visto sus vecinos la denunciaron y querían apropiarse de una parcela conjunta. Para solucionar el problema la mujer tomó medidas legales pero aún así, perdió el terreno. Cuando pasaron los años el vecino enfermó y terminó en una silla de ruedas. Cuando me contó la historia, me dijo que ya había perdonado a su vecino, pero que ¡se merecía lo que le ocurría! Al contarme esto me quedé bastante pensativo y le dije:
Comprendo tu dolor, pero es evidente que no has perdonado. Cuando perdonas de verdad, no te alegras del mal ajeno. No buscas venganza, ni si quiera justicia, porque la energía del perdón viene del corazón, no del dolor. Si tu vecino está enfermo, tal vez su propia energía oscura haya provocado ésa enfermedad, pero centrarte en eso no te hará mejor persona. Si quieres mejorar, necesitas sanar tu dolor, perdonar cuando lo sientas y centrarte en estar bien.
Al decirle esto se sintió descubierta. Comprendió que en realidad no había perdonado a su vecino y dejó de usar ésa palabra. Todavía sentía dolor y rabia en su corazón. Al darse cuenta de esto se sentía mal porque no quería tener esa emoción. Ella era cristiana y sabía que sentir eso no era algo bueno. Para ayudarla en su caso le recomendé el ritual de sanación emocional, los ejercicios del Agua y el baño de Rosas. Al hacerlo se dio cuenta que el tiempo no había sanado su dolor. Simplemente lo había enfriado un poco. A pesar de todo practicó los rituales, vació su estanque y confesó su malestar ante la Diosa. Al hacerlo, tomó consciencia de sus emociones, y entonces pudo perdonar y encontrar la paz.
Si perdonas pero estás buscando venganza, entonces no estás perdonando.
Si perdonas pero quieres ajustar cuentas, no estás perdonando.
Si perdonas pero quieres que la otra persona sufra, no estás perdonando.
Perdonar a los demás resulta imposible si te riges por la “Ley del Talión”. Pero sí que se puede lograr cuando te conectas a tu “Yo Sabio” y actúas bajo la “Ley del Perdón”. La “Ley del Perdón” nos ayuda a pasar página. Nos permite sanar por dentro y retomar nuestras vidas en paz. Cuando perdonas a alguien de verdad, estás liberándola de la “Ley del Talión”. Estás eximiéndola del castigo que se supone que debe sufrir por sus actos. No estás convirtiéndote en juez, simplemente la liberas de ti.
OBSTÁCULOS PARA PERDONAR
Orgullo, Miedo y Rabia
A menudo las personas que son muy rencorosas, no saben perdonar porque el orgullo les impide hacerlo. Piensan que si perdonan, están siendo débiles, inferiores, fácilmente manipulables o vulnerables (y eso les causa pavor). Para mantener su posición eligen estar enfadadas todo el día y actúan como si odiaran a todo el mundo.
Aferrarse a la rabia como mecanismo de protección es una actitud bastante común en las personas. Si te han herido y estás harto de que te tomen el pelo, tal vez creas que debes convertirte en una furia rabiosa para que te respeten de una vez. Esa actitud funciona cuando las personas que te rodean son hostiles, agresivas, negativas, manipuladoras, irrespetuosas o tóxicas. Pero vivir constantemente con ésa actitud no te da la felicidad.
Hace unos años conocí a un empresario con cara de pocos amigos. Cuando lo conocí parecía bastante exitoso pero su cara no reflejaba felicidad. Tiempo después, cuando hablé con él y vi como era, descubrí que en realidad era un hombre súper sensible y lleno de ternura. La imagen que daba en su empresa no se ajustaba con su realidad interior. Su comportamiento en la empresa era postizo, aunque actuaba de ésa forma para hacerse de respetar (y temer) por sus empleados.
Cuando me contó su historia, descubrí que para lograr el éxito tuvo que hacerse de respetar pues le habían traicionado varias veces. Harto de la situación decidió no confiar en nadie y empezó a mostrarse como un jefe implacable durante la jornada. Aunque esta actitud funcionaba, lo cierto es que su máscara se hizo tan presente que llegó a afectarle en su vida privada. Al principio sabía quitarse la máscara de duro cuando llegaba a casa, pero con el tiempo su actitud se apoderó de él. La cosa se le fue de las manos y su vida íntima se afectó. Cuando se dio cuenta de esto, comprendió que mantener ésa actitud no le hacía feliz. Su actitud dañaba su familia y sin embargo no sabía cómo cambiarlo.
Hablando con él me confesó que soltar ésa actitud era desconsolador, pues si empezaba a ser amable y simpático, perdería credibilidad en su empresa. Si perdonaba las faltas que cometían los empleados, parecería débil, manipulable o flojo. Y no quería serlo. Para ayudarle en su caso le dije que necesitaba sanar sus heridas pasadas en primer lugar. Necesita soltar el dolor que había vivido antes de tomar esta actitud, y volver a ser él mismo.
Aunque él no creía mucho en el poder de los rituales, los hizo como si fueran ejercicios psicológicos. En pocas semanas practicó los rituales del Agua y descubrió que se sentía mucho mejor. Al profundizar en su estanque y perdonarse así mismo, entendió que él también sentía emociones intensas. Bañarse con Rosas le ayudó a entender que debía cuidar su interior y esto le hizo entender que los demás también sentían.
A menudo la rabia y el rencor nos impiden ver lo que realmente sentimos en nuestro corazón. Pero si somos valientes para escarbar en nuestro estanque y buscar en nuestra alma, pronto descubriremos que no somos tiranos, malvados, justicieros ni rencorosos. Todos los seres humanos estamos avivados por nuestra llama divina y esta llama siempre es pura. Aunque la vida pueda endurecernos y volvernos fríos, apostar por la sanación y el perdón es la mejor solución para todos. A la larga el perdón te ofrece mayores satisfacciones que la rabia y la venganza. Incluso si eres muy disciplinado en tu empresa, puedes entender que hay otras formas de mantener la autoridad sin necesidad de volverte un tirano.
EL PERDÓN NO TE OCULTA LA REALIDAD
Antes debes descubrirla y aceptarla
Perdonar a los demás no es ocultar la verdad de lo que está sucediendo. No es cegarse a la realidad por temor a sentirnos peor. A menudo recurrimos al perdón por miedo a las consecuencias, por presión de los demás, por seguridad propia, para evitar males mayores o para evitar enfrentamientos. Cuando nos sentimos acorralados pero sabemos que no podemos escoger, tendemos a perdonar como forma de evasión.
Los padres de un cliente mío tienen un hijo de treinta y cinco años viviendo con ellos. El chico es bastante maleducado y a veces insulta a sus padres. Ellos se dejan insultar porque quieren ser “buenos padres” y le consienten todos los caprichos. Como no saben ponerle límites, la convivencia es desagradable y tensa. Dicen que “lo perdonan” para mantener la armonía. Pero lo que no saben es que debajo de sus aguas -aparentemente felices-, se esconde un lago lleno de tiburones. Cada vez que la madre y el padre ceden a sus caprichos, por dentro sienten todo tipo de emociones oscuras (rabia, impotencia, vergüenza, dolor, miedo, etc).
¿Cómo lo sé? Porque vinieron a verme precisamente por eso.
El perdón auténtico no llega si no sanas tu estanque emocional primero. No puedes ofrecer el perdón a los demás si por dentro estás consumido por el miedo, la furia o la vergüenza. Para perdonar de verdad necesitas poner orden en tu estanque en primer lugar. Necesitas reconocer tus emociones, transformarlas y hacer lo necesario para mantener el orden en tu estanque. Quizás ése orden requiera valor, poner nuevas normas en casa, o hablar con tu hijo directamente. Pero está claro que si no haces nada, el perdón no será real ni te aportará la sanación.
Perdonar no es fingir que estás bien, cuando no es así. Es afrontar la realidad y tomar medidas cuando es necesario. Las personas que nos hemos educado bajo la cultura cristiana, a menudo sentimos que debemos aguantar las traiciones y sufrir en silencio las injusticias de los demás. De manera directa se nos ha enseñado que debemos perdonar porque es un mandato divino. Pero hacerlo por obligación no sirve de mucho. Si de niño te enseñaron que debías perdonar (sin ninguna explicación) tal vez ahora actúes de la misma forma y tiendas a reprimir tus emociones.
Las emociones que más acumulamos cuando nos sentimos heridos son la rabia y el rencor. Estas emociones a menudo se ocultan en nuestra sombra, porque sentimos que no somos dignos de sentirlas. Pero lo cierto es que reconocerlas y expresarlas es necesario para que la sanación se produzca y el perdón aparezca.
Perdonar no significa tragar lo que los demás quieran de nosotros. A veces el perdón se confunde con aprobación y ése es uno de los malos entendidos. Si yo perdono a un amigo con el que he estado enemistado durante mucho tiempo, eso no significa que deba quedar con él todos los días -a no ser que realmente lo desee-. Si tu hijo se ha portado mal, puedes perdonarle si así lo sientes, pero eso no exime que a partir de ahora pongas normas en casa. Puedes perdonar a tu marido que se ha gastado tu dinero en las máquinas tragaperras, pero eso no significa que le dejes manejar tu dinero. Y puedes perdonar a tu mujer que te engañó con su ex, y al mismo tiempo hacer terapia, avivar la relación o divorciarte si así lo decides.
El perdón no esconde la realidad de nuestra vida.
El perdón no te ata a la otra persona si tú no lo deseas.
El perdón no te obliga a mantenerte casada si ya no amas a tu esposo.
El perdón no te exige volver a quedar con tu amigo, si no deseas.
El perdón verdadero te libera, pero jamás te obliga.
Cuando trabajamos con la energía del perdón, necesitamos ser muy sinceros con lo que realmente sentimos. Si estás intentando perdonar a alguien pero por dentro sientes dolor, rabia, malestar o rencor, necesitas calmarte primero. Necesitas purificar tu interior del malestar que te domina para que la intensidad del dolor desaparezca.
RITUAL DE SANACIÓN EMOCIONAL
El Fuego y el Agua que Limpian tu Corazón
Una forma de sanar tu estanque de la rabia y el rencor, consiste en practicar un ritual de purificación que te ayude a limpiar tu interior de la negatividad que te domina. Si has sufrido mucho y quieres perdonar, necesitas sanar tu corazón antes de hacerlo.
En este ritual vamos a combinar el poder del Agua con el del Fuego para que nuestras emociones intensas se limpien. Aunque este ritual ya lo conocen mis alumnos online desde hace años, quiero que lo aprendas porque es muy efectivo para sanar tu interior.
Tiempo adecuado: en cualquier momento
Duración: el tiempo que sea necesario
Elementos necesarios:
1 Plato grande hondo de porcelana o cazuela de barro
1 Velón Verde, Rosa o de Miel
1 Pizca de Sal
Hojas de Olivo
Pétalos de Rosas
Mirra en Grano
Opcional: Minerales Ayudantes de Sanación Emocional (Cuarzo Rosa, Jade Verde, Rodonita, Rodocrosita, Turmalina Rosa, Peridoto, etc. (Ver “El Listado de las Piedras y Virtudes”).
Procedimiento:
1. Toma el velón y sácalo de la funda plástica. Si estás usando un velón de vaso de cristal, no hace falta que lo saques.
2. En tu altar pon un bol o cazuela de barro en el centro. Ponlo sobre el Pentáculo para darle más poder. Pon el velón en el bol y llénalo con agua. Echa en su interior las Rosas, las hojas de Olivo y los granos de Mirra. Esta mezcla se conoce como “Sanación Emocional” y te ayudará a purificar tus emociones del dolor.
3. Añade ahora unas pizcas de sal al agua para purificar la mezcla. Si has decidido incluir minerales ayudantes colócalos alrededor del plato (no dentro).
4. Ahora que lo tienes todo listo, entra un estado de ánimo mágico y relájate. A continuación haz el “Ejercicio de Enraizamiento” para equilibrarte.
5. Cuando estés listo toma una cerilla de madera y prende la vela negra del altar. Afirma:
Hágase la Luz en este altar
6. Enciende la vela blanca y di:
Que la Luz Sea
7. Enciende la vela roja y el incienso.
8. Pon tus manos sobre el bol con agua y flores y practica “La Salutación el Agua”.
Yo te Saludo oh Elemento del Agua
En Perfecta Paz y con Perfecta Confianza
Energías Benditas del Oeste
Venid a mí a través de mis conjuros
Lluvias, Fuentes, Ríos y Caudales
Que las Bendiciones de la Vida circulen sobre mí
Sin daño alguno y por el bien común
Que así sea
9. Relájate y remueve el agua y las hierbas con los dedos. Siente su energía purificadora y deja que el agua se calme.
10. A continuación enciende el velón y recita una oración que invoque la asistencia de la Gran Madre.
Oh Antigua Madre
Señora de los Elementos
Yo invoco ahora tu asistencia bienhechora
Para que liberes mi interior con la grandeza de tu amor
Yemayá, Afrodita, Isis, María
Señora de los mil nombres
Purifícame con tu poder oh Gran Madre
Y que tu Amor Sanador me inunde
11. A continuación moja tus dedos en el agua y remueve la mezcla. Úngete las manos, el cuello, la frente y la nuca con ella. Respira profundamente y siente que la sanación el dolor se produce en ti. Siente el poder del agua y deja que la sanación acontezca.
12. Pon tus manos alrededor de la vela y afirma la siguiente oración:
Me abro a la Sanación
Invoco la Sanación
Permito la Sanación
Acepto la Sanación
Purifico mi mente del miedo
Purifico mi corazón del rencor
Purifico mi cuerpo del dolor
Me abro a la Sanación
Invoco la Sanación
Permito la Sanación
Acepto la Sanación
Oh Gran Madre, Diosa de las Aguas
Purifica mi mente con tu poder
Haz que mi energía recupere el equilibrio
Y que mi alma vuelva a ser libre
Yo Soy Luz
Me conecto con la Luz
Me alineo con la Luz
Vibro en la Luz
Mis átomos, electrones y protones
Giran a favor de la Luz
Yo Soy Paz
Me conecto con la Paz
Me alineo con la Paz
Vibro en la Paz
Mi cuerpo, mis huesos, órganos y células
Recuperan la alegría de la Paz
Yo Soy Amor
Me conecto con el Amor
Me alineo con el Amor
Vibro en el Amor
Mi corazón, mis pulmones y garganta
Sienten y se ajustan a la cura del Amor
Yo Soy Perdón
Me conecto con el Perdón
Me alineo con el Perdón
Vibro en el Perdón
Mi alma, mi esencia y mi sangre
Sienten la energía del Perdón
Yo Soy Sanación
Recibo Sanación
Siento Sanación
Ofrezco Sanación
Bajo la gracia divina y en armonía con todo
Así lo declaro ahora
(3 veces)
13. Pon la mano en tu corazón, siente su latido y afirma:
Oh Fuego Sagrado y Madre de las Aguas
Luz y Conciencia dentro de mi ser
Haced que mi corazón vuelva a ser libre
Y pueda sentir la Belleza del Amor
Luz, Sanación, Pureza, Verdad
Alegría, Perdón, Bondad, Caridad
Los dones del cielo llenan mi templo
Y la Paz de la Diosa vuelve hasta mí
Gracias Señora porque estás aquí
14. Traza con tu mano dominante el signo del Pentagrama sobre la llama del velón (sin quemarte). Hazlo con tu dedo índice. Con este gesto sellarás la programación del velón. Inclina la cabeza en actitud de reverencia hacia la Diosa y deja consumir por completo el velón.
15. Relájate y medita en tu corazón. Visualiza que tu interior se ilumina con luz blanca, con toques rosáceos y verdes. Siente que la energía de tu corazón brilla de nuevo con gran esperanza. Cuando sientas que la visualización ha terminado, siéntete en paz y deja consumir las velas y el incienso.
El ritual ha terminado.
Cuando el velón se consuma del todo tendrás en el bol los restos de hierbas y el agua salada. Si ves que el agua está limpia (con un poco de color, pero limpia) cuélala y úsala para rociarte la cabeza, la nuca y el cuello -cada mañana-. Hazlo hasta que se agote, sintiendo el poder sanador de la Diosa.
Si consideras necesario repetir el ritual varias veces, no lo dudes y hazlo. A veces las personas necesitamos más tiempo para sanar nuestras heridas y recuperar la paz interna. No todo el mundo sana su corazón con la misma rapidez, de modo que observa cómo te sientes y repítelo cuando lo consideres necesario.
Te diré, que este ritual lo puedes hacer cuando te sientas muy cargado, triste o melancólico. También puedes hacerlo si has vivido un disgusto, una separación o la pérdida de un ser querido. Llevarlo a cabo con plena consciencia te ayudará a centrarte en la sanación y elevará tu energía. Si lo haces por la mañana (temprano) tal vez notes que el ritual te ayuda a vivir en conciencia. El hecho de comenzar el día con un ritual que equilibra tus emociones y alinea tu mente en la sanación te permite afrontar el día con mayor optimismo. Las personas que están pasando por bajones emocionales y se animan a practicarlo, sienten que el ritual les hace ser más positivos. Les ayuda a controlar su mente y estar mucho más lúcidos.
Sabio y Bendito seas
El Brujo Shiva