7. FUERZAS NATURALEZA - EL TEMPLO DEL ESPIRITU

7. LAS FUERZAS DE LA NATURALEZA
-El Templo del Espíritu-
El sendero de la magia y su formación están inherentemente vinculados a las Fuerzas de la Naturaleza. Cuando nos vinculamos con estas fuerzas desde nuestro interior, alcanzamos la armonía que tanto necesitamos en nuestras vidas. Gracias a este vínculo interno, obtenemos el poder necesario para llevar a cabo nuestra magia.
Una bruja poderosa, lo es precisamente porque ha comprendido esta idea y sabe que cuando se conecta al Espíritu, ya no actúa sola. Cuanto más conectada está a la corriente de la vida, más energía tiene y más sabiduría fluye por ella. La clave para alcanzar el éxito con la magia está en la conexión.
La vida que llevamos en nuestra sociedad actual, nos aparta de la conexión con la Naturaleza. Sin darnos cuenta vivimos de forma atropellada. Vamos a trabajar. Nos relacionamos con los demás. Pagamos nuestros impuestos. Criticamos a los políticos y tratamos de superarnos.
A menudo el sistema social nos hace perder la conexión con nuestra propia alma y sus necesidades espirituales. Al esforzamos por tener una vida socialmente aceptada, dejamos de lado nuestro interior. Esto nos hace vivir una vida insustancial, apartados de nosotros mismos y de nuestro auténtico ser. Cuando pasan los años sentimos que se nos acaba el tiempo y nos preguntamos si la vida no tendría algo más que ofrecernos. Vivir una vida desconectada de tu propio ser te aleja de la felicidad.
Cuando buscamos inspiración en el mundo antiguo, descubrimos que nuestros antepasados tenían una relación mucho más estrecha con la Naturaleza. La vida física y espiritual estaban vinculadas a todo el entorno. Y así las plantas, los animales, el ciclo de las estaciones y el reino mineral formaban parte de la espiritualidad.
En el mundo antiguo la mayoría de la gente pensaba que la propia Naturaleza era la Divinidad. Esta forma de entender lo divino nos permitía ver la Naturaleza con los ojos del espíritu. La Naturaleza era la que nos daba la vida al nacer. Era la que nos sostenía mientras vivíamos, la que nos proporcionaba el alimento, el agua, el calor y el abrigo. También era la que nos permitía sanar nuestras heridas y conocernos a nosotros mismos. Cuando moríamos, la Tierra nos recogía en su abrazo y nuestro espíritu viajaba al reino del más allá. La vida, el sexo y la fertilidad eran naturales y formaban parte del marco divino. No había nada no formara parte de la Divinidad.
Esta conexión surgió de forma instintiva y natural. Como nuestros antepasados vivían en emplazamientos naturales, la relación que tenían con el entorno afectaba directamente a su supervivencia, de modo que las creencias más íntimas estaban ligadas a las fuerzas naturales.
La Naturaleza también era la madre de los animales y todo lo que existía en la Tierra conformaba su cuerpo. La observación del clima, el curso de las estaciones y los ciclos del Sol y de la Luna formaban parte de las celebraciones religiosas. Y así teníamos la concepción de que nosotros también éramos partes de un todo cuya energía se sostenía mediante una gran red interconectada de vida.
Gracias a esta conexión nos sentíamos vivos y felices, vinculados directamente a la Divinidad que estaba presente en todo y lo gobernaba todo. En lugar de sentirnos separados de la creación, o pecadores, éramos uno con ella.
Los ancianos, los chamanes, los magos, las curanderas, los herreros, los poetas, las comadronas y las brujas percibieron esta red de energía y descubrieron que podían conectarse con ella desde su interior. Ellos eran los que podían interpretar los mensajes de la Naturaleza y acceder a la información que venía de la propia Red del Espíritu. Gracias a su sensibilidad y a la observación del entorno, los sabios aprendieron a interpretar el lenguaje de los pájaros, las señales del clima y los mensajes de la Tierra. Cuando surgía algún problema la gente del poblado acudía a ellos para restaurar el equilibrio y devolver la armonía original. El conocimiento era responsabilidad de los sabios, pues ellos eran los que más experiencia tenían y sabían aconsejar a los demás.
Los antropólogos, historiadores y científicos de nuestros días, han afirmado numerosas veces que las primeras creencias del ser humano, estaban basadas en el culto de las fuerzas invisibles de la Naturaleza. Nuestros antepasados estaban convencidos de que la Naturaleza se encontraba saturada de fuerzas “no personales” con las que los humanos podíamos relacionarnos a través de nuestro interior. De modo que la oración, los rituales, las ceremonias, los bailes y las danzas servían de puente para acceder a esta sabiduría que estaba en todo.
El chamanismo está considerado como una forma de espiritualidad universal presente en todos los pueblos. Siberia está considera la cuna del chamanismo, aunque el principio de veneración hacia la vidaestá presente en todos los continentes. Los estudios más serios y completos afirman que en todas las culturas se han encontrado sistemas religiosos similares. Y así los nativos americanos, los aborígenes australianos, los hechiceros africanos, los sabios celtas y los místicos de Asia, practicaban una religión basada en la conexión interior con el Espíritu del Universo. Por esto se dice que el origen del chamanismo se encuentra en el interior del ser humano, en su más pura manifestación, porque la conexión se realiza sin intermediarios entre el ser humano y el Espíritu.
**NOTA: Las religiones animistas y panteístas tienen mucho que enseñarnos acerca de cómo conectar con la Naturaleza. El panteísmo es una doctrina filosófica según la cual el Universo, la Naturaleza y la Divinidad son equivalentes. De modo que no existe una divinidad separada de la creación sino que forma parte de ella. Esta forma de entender y desarrollar la espiritualidad nos invita a reconciliarnos con todo el entorno. Nos alienta a despertar la consciencia ecológica y eleva nuestro espíritu integrándolo en la propia Divinidad. El animismo por su parte sostiene que todo lo que existe está animado por una energía invisible, natural y prodigiosa. Es la creencia de que “todo está vivo”, “todo vibra” y “todo tiene alma”. De modo que los árboles, las montañas, los ríos, los animales y todo lo que existe tiene su propio espíritu que esta a su vez conectado con el Gran Espíritu de la Naturaleza. Cuando el cuerpo muere el espíritu regresa al plano superior integrándose de nuevo a su origen. El cuerpo vuelve a la Tierra y el alma regresa al Espíritu (o Quinto Elemento). El animismo está considerado la primera forma espiritual surgida en la Tierra. Paradójicamente los estudios científicos modernos están afirmando que todo el Universo está interconectado -es decir conectado a nivel subatómico- por una energía que va más allá de la materia conocida. El animismo y el panteísmo son dos corrientes religiosas que se complementan perfectamente en un sistema espiritual vinculado a la Naturaleza. En los últimos años se han llevado a cabo debates interesantes sobre cómo podemos recuperar las ideas espirituales antiguas y traerlas de nuevo a nuestro mundo. Algunos científicos han intentado desarrollar el concepto de “El Alma de la Naturaleza”a través de diversas teorías. Geólogos tan célebres como James Hutton[1], consideraban la Tierra como un organismo vivo. Otros autores como James Ephraim Lovelock la respaldan. La “Hipótesis Gaia” de Lovelock nos cuenta que la Tierra y todo el ecosistema es un organismo vivo capaz de auto regularse para mantenerse en equilibrio. Según esta teoría el ser humano no es el dueño del mundo, sino una parte de él. Desde esta visión sólo las especies que saben cuidar de la Tierra tienen mayores posibilidades de sobrevivir y desarrollarse. Y esto nos coloca a los seres humanos en el primer escalón de responsabilidad ante la vida, la naturaleza y el ecosistema.
Esta forma de espiritualidad natural, llegó a su fin cuando la conciencia humana centró su atención en el aspecto material del entorno, dejando de lado el espiritual. El pensamiento racional ganó terreno y la “consciencia de unidad” quedó olvidada dando lugar a la individualidad.
Cuando aparecieron las religiones patriarcales la conexión con el Espíritu de la Naturaleza dejó de atenderse y la comunicación con la Divinidad sólo podía darse a través del sacerdocio oficial.
Las religiones patriarcales son las que conciben la Divinidad como “Padre”, apartando a la “Madre” en su concepto divino o relegándola a un nivel inferior. Y así el judaísmo, el cristianismo y el islam concibieron a la Divinidad exclusivamente como “Padre”, dejando de lado a la “Madre”.
Las religiones patriarcales (con o sin intención) apartaron a la mujer del oficio sagrado y todo lo relacionado con la feminidad pasó a ser malvado, impuro o imperfecto. Cuando el cristianismo llegó al poder, la expansión del concepto patriarcal se hizo más fuerte y las religiones antiguas fueron perseguidas tachándolas de malvadas o diabólicas. Se condenó a la mujer por ser la causante del pecado original. Se condenó a la Madre Tierra por ser la fuente de placer y se enfatizó el hecho de que la Divinidad estaba sólo en el cielo.
Quienes siguieron con las antiguas prácticas se vieron obligados a mantenerse ocultos o a morir condenados. Durante casi cinco siglos la antigua espiritualidad estuvo perseguida con la llamada “Caza de Brujas”. Esta persecución provoco millones de muertes, provocando el caos y la destrucción de las antiguas creencias. El terror se extendió por toda Europa. La sabiduría antigua prácticamente se perdió. Sólo se mantuvo en los grupos reducidos y en las sociedades secretas que trataron de recuperar el conocimiento sagrado. Cualquier científico, místico o pensador que se atreviera a afirmar algo en contra del poder dominante estaba expuesto a ser juzgado y condenado.
Tiempo más tarde cuando llegó la revolución científica, la mentalidad de Europa pasó de ser religiosa a ser escéptica. La creencia en el alma, en la magia y en la Divinidad, estaba pasada de moda. Ahora la única verdad era la ciencia. Creer en adivinos, brujas y magos estaba mal visto. Era sinónimo de incultura o superstición. Si alguien recurría a ellos para consultarlos o solucionar problemas, corría el riesgo de ser tachado de supersticioso, ignorante o psicótico.
A partir de la Era Moderna y la consecuente revolución industrial, la idea de vivir una vida espiritual conectada a la Naturaleza quedó colapsada. Si alguien deseaba desarrollar su espiritualidad debía de hacerlo a través de las religiones socialmente aceptadas o en los grupos mágicos secretos.
Cuando llegó el Siglo XX el hombre occidental dejó de sentir atracción hacia el materialismo y comenzó a notar que "faltaba algo". Y fue la propia evolución científica la que se encontró de nuevo con la Naturaleza invisible del Universo. Los científicos descubrieron un nuevo nivel de la realidad. Este nivel iba más allá de las leyes descritas por Isaac Newton, donde la única ley conocida y aceptada era la de la materia. Ahora comenzaban a aceptar la idea de que el Universo no sólo era solo físico como se creía, sino energético[2].
A partir del 1900 el físico alemán Max Planck (fundador de la Teoría Cuántica y galardonado con el Premio Nobel de Física en 1918), afirmó que todo lo que existe en la Naturaleza está conectado por una especie de Matriz. Para Planck una Inteligencia Universal sustentaba toda la materia y el mundo que percibimos. Esta inteligencia estaba a un nivel invisible, subyacente y presente en todo el Universo.
Ahora la ciencia había descubierto nuevas dimensiones, universos paralelos y energía ondular. La cosmovisión científica de que el Universo era algo material, mecánico, determinista y con leyes fijas no estaba tan clara. La materia ya no podía comprenderse sólo como “algo sólido”, ya que a nivel subatómico estaba sujeta a numerosas variantes. Aparecieron los nuevos descubrimientos y el modo de ver el Universo físico cambió. En lugar de hablar sólo de materia, se empezó a hablar también de “energía”. Ahora la materia y la energía eran las dos caras de una misma moneda. Una era el reflejo de la otra. La única diferencia entre ellas, era el tipo de vibraciones que las componían.
En lugar de hablar de determinismo se empezó a hablar de probabilidades. Más allá de las dimensiones conocidas (alto, bajo y fondo), existían más dimensiones de lo que se pensaba. Y así el Universo dejó de verse como un espacio tridimensional y se volvió multidimensional.
La Física Cuántica también descubrió que en el Universo todo es energía interconectada. Y no sólo eso, sino que los seres humanos con nuestros pensamientos podemos influir en la materia molecular, provocando cambios y transformaciones materiales. Científicos como Raphael Bousso[3], han afirmado que no hay separación alguna entre las manifestaciones del Universo y el resto, y que todo lo que vemos son sólo expresiones de una misma información.
Los descubrimientos científicos más recientes, apuntan a que más allá de lo que vemos con nuestros sentidos, existe una gran trama cuántica que nos conecta a todos. De modo que los elementos, las rocas, los árboles, los animales, las plantas y todos los seres vivos estamos unidos. Y así, cada especie individual, cada ser que vive y respira dentro del Universo, forma parte de este vínculo y su experiencia vital supone un valor añadido que afecta a todas las demás especies.
Ver la Naturaleza como una gran red donde todos estamos inmersos nos ayuda a tomar consciencia de nuestro papel individual. Esta visión, más allá de parecer romántica, está respaldada por la ciencia y nos hace tomar consciencia de la responsabilidad que tenemos con el mundo natural y nos devuelve el vínculo original que tuvimos al principio.
Nos encontramos ante los comienzos de una nueva era, donde la magia y la ciencia acercan sus posturas. La ciencia nos cuenta que la consciencia del hombre es capaz de modificar el estado de la materia subatómica. La magia nos dice lo mismo. El funcionamiento de la mecánica cuántica y la magia tienen mucho en común. Las moléculas más pequeñas de la materia se pueden modificar por el simple hecho de observarlas. Esto quiere decir que todos podemos transformar nuestra realidad si concentramos nuestra mente y nuestras emociones.
Saber que la ciencia avala lo que intuyeron y practicaron los místicos, chamanes y magos de todos los tiempos, resulta confortable para cualquier buscador de la sabiduría. La ciencia y la magia no están reñidas como parece, tan solo siguen caminos diferentes que convergen en una misma idea.
Con forme pasan los años la ciencia se está acercando más a las enseñanzas místicas antiguas. Las percepciones que tuvieron los primeros brujos y chamanes comienzan a ser respaldadas por los descubrimientos científicos. Lo que nuestros antepasados intuyeron y practicaron de forma natural, vuelve a estar presente en la mentalidad de la sociedad y comienza a tener credibilidad.
Los conceptos panteístas y animistas empiezan a tomarse en cuenta. Ahora no son conceptos “ignorantes” o “primitivos”, sino que empiezan a verse con otra perspectiva. Lo que perdimos, la ciencia nos lo trajo de nuevo. Y nos hizo volver a la enseñanza original, recuperando el pensamiento de que “todo está unido”, de que “todo es posible” y “todo es mágico” como siempre lo ha sido.
Sabio y Bendito Seas
El Brujo Shiva
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[1]James Hutton (Edimburgo 1726-1797) está considerado como “El Padre de la Geología Moderna”. Descubrió que el centro de la Tierra era una bola ardiente y que los volcanes eran respiraderos de las profundidades. También fue el primero en afirmar públicamente que la Tierra no era estable como decía la Biblia, sino un sistema evolutivo de creación y destrucción constantes. También afirmó que el Planeta era mucho más antiguo de lo que se pensaba. Fue el primero en captar las edades de la Tierra estimadas en millones de años.
[2] Se cuenta que Isaac Newton era un gran aficionado a la Alquimia y gran parte de su tiempo lo dedico a su estudio y práctica. Tenía su propio laboratorio y llegó a traducir del latín al inglés el conocidísimo libro hermético de “La Tabla de Esmeralda”.
[3] Raphael Bousso 1979, Profesor de Física y Cosmólogo- Universidad de California.