15. LOS ELEMENTOS Y SUS FUERZAS INTEGRALES
El Sendero del Pentagrama
Cuando analizamos los Cuatro Elementos nos damos cuenta enseguida de que ellos son los “Pilares de la creación”, aunque también son los “Principios de la destrucción”. La Tierra es necesaria para producir los cultivos, pero un terremoto también lo destruye todo. El Agua es vital para el riego de las cosechas, pero una tormenta torrencial o un maremoto pueden destruir el poblado. El Fuego nos calienta y nos alumbra, pero también incendia bosques y hogares. El Aire nos oxigena, pero también arrasa ciudades enteras mediante huracanes.
El poder de los elementos es tanto creador como destructor. Ante esta dualidad de energías sentimos una mezcla de miedo y atracción al mismo tiempo. Cuando observamos el ciclo natural vemos los elementos influenciarse entre sí continuamente. Cuando el calor del sol evapora las aguas de los océanos, estas suben a la atmósfera, se condensan y llegan de nuevo a la tierra en forma de lluvias. Cuando el fuego natural se extingue, las cenizas vuelven a la tierra para abonar las semillas que se nutrirán con sus cenizas y germinarán de nuevo. Cuando el mar se traga las rocas a través de los maremotos en otra parte del mundo una nueva isla surge desde los volcanes. La Naturaleza está en constante movimiento. El nacimiento de un elemento es la muerte del otro. La muerte de un elemento da comienzo al otro. Gracias a este ciclo creación-destrucción, la Naturaleza puede auto regularse a sí misma y mantenerse completa.
Aceptar la dualidad energética de los elementos es necesario para comprender el sistema integral de la Naturaleza, y recordar que todo ha de ser equilibrado en nuestra vida. En este sentido la Naturaleza no puede juzgarse bajo los conceptos de “buena” o “mala”, porque es ambas cosas. Ella es creadora y destructora al mismo tiempo. Los calificativos “bueno” y “malo” son conceptos morales creados en la consciencia del hombre, y están determinados de acuerdo a la propia experiencia.
Se dice que Aristóteles ordenó los elementos de acuerdo a su peso, capacidad de movimiento y densidad. Para su doctrina física, la Tierra debía de ser el primer elemento porque es el más pesado, denso y lento en movimiento. El Agua es el segundo por su fluidez, el Aire el tercero por su ligereza y el Fuego el cuarto por su sublimidad. Para Aristóteles, el Fuego ha de estar en el último peldaño de los cuatro, porque es el elemento más elevado, raro y fino en textura. Su movimiento está dirigido hacia el límite exterior del Universo y como consecuencia su naturaleza sutil e ingrávida, se aproxima más a la presencia de las estrellas[1]o “Quinto Elemento”.
Siguiendo con este orden nosotros vamos a recorrer cada elemento de forma individual para comprender sus principios, conectar con sus poderes y vincularnos a ellos. Para hacerlo vamos a utilizar el Pentagrama como guía. Tomar el Pentagrama como guía elemental es lo más recomendable para que nuestro trabajo resulte armonioso y completo. Cuando usamos el Pentagrama como guía, estamos reajustando nuestra vida con el concepto equilibrado de la Naturaleza.
En la siguiente gráfica aparece el Pentagrama con los atributos elementales básicos. En cada punta de la estrella hay una palabra asociada a una energía natural, a una parte de nuestro ser, a un aspecto de nuestra vida y a un verbo mágico. Estas asociaciones sirven para recordarnos las cualidades fundamentales de los Elementos.
Si necesitas recordar estos principios puedes imprimir este dibujo y ponerlo en tu altar. Algunas brujas y magos pintan estas palabras en su Pentáculo personal para recordar el camino a seguir. Otras lo imprimen en pergamino y lo enmarcan como emblema del sendero. A medida que vamos familiarizándonos con las cualidades elementales, nos damos cuenta de que todos se influencian entre sí actuando como un todo perfecto.
Nota: la disposición de los elementos en la gráfica obedece a las cualidades materiales o sutiles de cada uno. La Tierra y el Agua, están considerados tradicionalmente elementos bajos(porque van hacia abajo). El Aire y el Fuego en cambio están considerados elementos altos (porque van hacia arriba). Siguiendo esta tendencia natural y comparándola con el ser humano, la Tierra estaría en la pierna derecha, el Agua en la pierna izquierda, el Aire en el brazo izquierdo y el Fuego en el brazo derecho. El Espíritu estaría en la cabeza o consciencia humana. Aunque la disposición de los elementos en el Pentagrama puede variar (dependiendo de la escuela que se siga) esta distribución nos parece “lógica” de acuerdo a la naturaleza elemental. En cualquier caso tú puedes variarla si así lo deseas.
EL ELEMENTO DE LA TIERRA
La Tierra es el elemento más cercano que tenemos. Es sólida y estable, y constituye el elemento primordial que da forma al Plano Físico. La Tierra es nuestro hogar y representa toda “la materia” que da forma al Universo. Como Elemento básico es frío y seco y es el fundamento de todas las cosas tangibles.
Cuando andamos, corremos, hacemos ejercicio, nos sentamos, cocinamos, comemos, dormimos, trabajamos, cuidamos las plantas, tocamos a los demás, abrazamos y sentimos la forma de las cosas, estamos conectando con la Tierra. Todo lo que hacemos a través de las actividades físicas está soportado por la Tierra, que es el elemento principal de la vida. Sin la Tierra nada existiría en nuestro mundo.
El principio de la vida, el nacimiento, la muerte y la resurrección se encuentran presentes en la Tierra. De la Tierra surge la materia primordial para dar comienzo a la vida y a ella vuelve cuando se termina el ciclo. Las plantas, los árboles y los alimentos vienen de ella. De sus pastos y frutos se alimentan los seres vivos y de ella tomamos las materias primas que usamos a diario.
Simbólicamente hablando la Tierra es el “Principio Femenino”, opuesto y complemento del “Principio Masculino” que es el Cielo. Ella es la “Magna Mater” (Gran Madre)de la antigüedad. La Diosa regente que alimenta y nutre a todos los seres vivientes. De ella proceden todas las cosas, y a ella han de volver todas. Cuando las semillas caen de los árboles y vuelven a la Tierra, lo hacen esperando renacer desde su seno. Cuando las personas fallecen y el alma viaja a los cielos, el cuerpo se queda en la Tierra porque le pertenece a ella.
La Tierra ha sido deificada desde los tiempos prehistóricos por sus cualidades vivientes y ha sido asociada a la mujer por la similitud. Ella, como portadora de la vida, es la matriz originaria de la vida. Es el principio de la fecundación, de la creación y la germinación. Los descubrimientos arqueológicos de las figurillas llamas “Venus Prehistóricas” nos enseñan que los primeros conceptos divinos estuvieron vinculados con la Tierra. Como diosa de la abundancia y la fertilidad, la Tierra fue adorada en los cultos dedicados a Gea, Cibeles, Astarté, y otras deidades que expresan este concepto.
Cuando incluimos flores, tierra o sal en nuestros altares, estamos reconociendo todos sus valores para armonizarnos con su energía. Como madre de todas las cosas, la Tierra tiene el poder de acogernos y purificarnos de la negatividad. Cuando necesitamos paz, protección, arraigo, equilibrio o prosperidad, conectamos con la Tierra. Su presencia también nos ayuda a descargar energías, nos limpia de la discordia y restaura nuestras mentes. Tocar la Tierra del altar y sentir su frescor es como volver a la madre original que nos devuelve la paz, nos conecta con el origen de la vida y nos ayuda a renacer desde su vientre.
La magia de la Tierra es aquella que está vinculada a su concepción elemental básica. Todas las fórmulas que incluyen tierras, minerales, piedras preciosas (o semipreciosas), fósiles, campos, huertas, montañas, cuevas, árboles, raíces, frutos, elementos animales (como huesos o colmillos) entran dentro de su categoría. Los enterramientos, las plantaciones, las siembras, los paseos descalzos por el campo y el abrazo de los árboles, también pertenecen a la Tierra.
El cuerpo físico está bajo el gobierno de la Tierra, ya que es el elemento más denso de nuestro ser. Cuando estamos enfermos y débiles necesitamos conectar con la Tierra y restaurar el equilibrio de nuestro organismo. Cuando estamos sanos y fuertes decimos que “la Tierra en nosotrosestá equilibrada”.
El mundo material, la física, la química, las matemáticas, la razón, el pensamiento lógico, la administración económica y todas las acciones ligadas al Plano Físico, están vinculadas y gobernadas por la Tierra.
Las actividades regidas por la Tierra están relacionadas con todo lo “terrenal” o material. La salud física, la fertilidad, el hogar, la familia, los viajes, la crianza de los niños, el desarrollo, la seguridad de los bienes, los animales domésticos, la ganadería, la ecología, la siembra, los cultivos, las cosechas, la abundancia y la riqueza entran dentro de su dominio.
Las energías conceptuales de la Tierra nos dan el sentimiento de arraigo, estabilidad, seguridad y firmeza. Todo lo que es sólido, estable, consolidado, firme, -tanto a nivel físico como emocional o espiritual- está regido por la Tierra.
Ante cualquier desafío o turbulencia haremos bien si acudimos a la Tierra. Ella, como principio de vida nos acoge siempre en su seno materno. Cada vez que volvemos a la Tierra su energía nos bendice y protege. Como madre de todos los seres, continuamente abre sus brazos porque nosotros somos sus hijos.
El ELEMENTO DEL AGUA
El Agua es el segundo elemento más importante para la vida en la escala aristotélica. Es fría y húmeda, y menos densa que la Tierra, ya que su naturaleza le permite adaptarse a cualquier forma. Como elemento fluido y en constante movimiento, el Agua (al igual que la Tierra) se considera femenina y receptiva.
El Agua es el elemento de la purificación, de la regeneración y germinación. Cuando el Agua riega la Tierra la purifica de su esterilidad, la regenera y la dota de las cualidades necesarias para la vida. Cuando las lluvias caen del cielo, vemos el poder del Padre Cielo fertilizando a la Madre Tierra y produciendo vida.
Cada vez que bebemos agua, nos bañamos, regamos las plantas o limpiamos nuestra casa estamos usando el poder del Agua. Cuando nos emocionamos, lloramos, reímos o sentimos emociones profundas, estamos conectando con el Agua.
Simbólicamente hablando el Agua es el “líquido amniótico”del planeta. Ella es el vientre de Gaia donde se gesta la vida antes de manifestarse. El océano es la matriz sagrada que acoge la semilla de vida y la nutre para darle forma. Como principio de vida el Agua ha sido adorada bajo distintos cultos. Las antiguas diosas Afrodita, Isis, Tiamat y Yemayá son las Diosas del Agua que dan origen a la vida. Representan los principios vitales y el poder femenino de la gestación que se produce en el vientre materno.
Como elemento propiciador de la vida y la muerte (por exceso -ahogamiento-por escasez –deshidratación-), el Agua también es el elemento que purifica la corrupción de la vida a través del diluvio universal. El mito sumerio acerca del gran maremoto que inundó el planeta hace miles de años, nos enseña que el Agua tiene el poder de purificar la tierra y regenerarla. Ella es la catarsis de la Tierra yerma. La regeneración que promueve el cambio a través de la destrucción y la regeneración. En este sentido el Agua es el elemento de lo posible. Contiene todo lo que es potencial, y guarda lo que está por venir o tiene la posibilidad de hacerlo.
El Agua ha sido bendecida en todas las religiones por ser principio y final de todas las cosas. Cuando incluimos Agua en nuestro altar y nos rociamos con ella, nos estamos purificando de la negatividad y preparando nuestro espíritu para renacer al nuevo estado. Al hacerlo estamos reconociendo los valores sagrados de la vida y regenerando nuestro ser para renacer a una nueva vida (más liviana y perfecta).
Cuando necesitamos paz interior, serenidad, sanación emocional y perdón, el Agua nos acoge limpiándonos del malestar y refrescando nuestro espíritu. Al igual que la Tierra, el Agua (como elemento “madre”) nos ayuda a reconfortar nuestro corazón y nos hace sentirnos merecedores de la felicidad.
La magia del Agua está vinculada a sus conceptos básicos. Todas las fórmulas que incluyen fluidos, savia, leche, fuentes, manantiales, mares, lluvias, lagos, ríos, baños, abluciones, enjuagues, perfumes, infusiones, tés, lava suelos o líquidos entran dentro de su categoría.
El cuerpo emocional está bajo el gobierno del Agua, ya que es un elemento que fluye constantemente. De la misma forma el Agua se mueve en el mar, nuestras emociones varían ajustándose a las experiencias de la vida. Cuando estamos en paz decimos que nuestro “mar interior” está tranquilo. Cuando estamos irritados nuestras aguas están turbulentas. El inconsciente está simbolizado por el Agua porque siempre está “absorbiendo” información y sacándola al exterior cuando se agita. El Agua está asociada a las emociones y sentimientos y con esa parte más irracional del ser humano. Como símbolo de transformación el Agua también está asociada al amor, el romance, la sexualidad y el placer.
Las actividades gobernadas por el Agua están relacionadas con todo lo emocional. La intuición, los sueños, las sensaciones, las corazonadas, la búsqueda de la verdad, los secretos, la psicología, las relaciones humanas, la amistad, la simpatía/antipatía, el afecto, el cariño, la unión familiar, el matrimonio, la fertilidad y la paz, están gobernadas por el Agua.
Las energías conceptuales del Agua son las encargadas de darnos el sentimiento de que somos amados (o no) por los demás. La aceptación de la familia, la aprobación de los padres ante nuestros proyectos, la bendición ancestral, el apoyo moral, la seguridad social (o del clan), también están regidas por el Agua. La bendición emocional del Agua nos da la sensación de seguridad ante la exclusión social. Todo lo que es vital para sentirnos aceptados y amados por los demás, está vinculado con el Agua.
Cuando nos encontremos tristes, confusos, negativos, aislados, faltos de cariño y de mimos haremos bien acudiendo al Agua. Ella nos purifica del miedo y del odio, nos descarga del malestar emocional regenerando nuestro interior y llevándolo de nuevo al equilibrio. Como líquido purificantede la vida, el Agua nos limpia de la tristeza y del falso sentimiento de que somos pecadores. Cada vez que tocamos el Agua recordamos el origen de nuestra concepción. Allí encontramos la belleza natural de nuestra alma y el amor incondicional que necesitamos para ser felices.
El ELEMENTO DEL AIRE
El Aire es el tercer elemento dentro de la escala aristotélica. Es el aliento de la vida y el oxígeno de nuestra respiración. Sin el Aire y el oxígeno no podríamos vivir. Como Elemento primordial el Aire es caliente y húmedo. Se considera masculino y activo (como el Fuego).
El Aire es intangible (no se ve ni se siente como la Tierra o el Agua), pero está siempre presente en la vida. Al ser incorpóreo se considera un elemento portador de la diafanidad y transparencia. A través de él pasa la luz del sol y se percibe el espacio circundante. El Aire es el símbolo del espacio y está vinculado a lo infinito y al movimiento. Es ingrávido, ascendente, cambiante y está concebido como el liberador del reino materia y emocional (regidos por la Tierra y el Agua).
Cada vez que respiramos, hablamos, cantamos, soplamos, escuchamos, oímos música, y sentimos el aroma de las flores, conectamos con el Aire. Cuando pensamos, analizamos situaciones, leemos o buscamos soluciones lógicas e intelectuales también lo hacemos.
El principio de la vida, el nacimiento y la muerte también se encuentran en el Aire. Lo primero que hacemos nada más nacer es respirar. Cuando respiramos recogemos oxígeno y expulsamos dióxido de carbono. Este intercambio de gases oxigena nuestra sangre y nuestras células. Todos los seres vivos que pueblan el planeta necesitan respirar de alguna forma. Las plantas, los árboles, los animales, los gusanos y los seres unicelulares que viven en lo más profundo de los océanos, también respiran. Ya sea a través de un sistema pulmonar, traqueal, branquial o cutáneo, la respiración es necesaria para la vida.
Simbólicamente hablando el Aire es la “respiración del planeta”. Es el aparato respiratorio de Gaia y gracias a él la atmósfera que tenemos en nuestro mundo se mantiene respirable. Cuando el sol calienta la superficie del planeta, el calor sube hacia arriba y el viento frío desciende dando lugar a los cambios de temperatura. Gracias al movimiento planetario, las corrientes de los vientos se mueven permitiendo que el equilibrio del clima se mantenga vivo.
Al igual que los demás elementos, el Aire también ha sido deificado y asociado a diferentes deidades. Mercurio, Horus, Thot, Nuit y todos los “dioses voladores” han sido reverenciados como hijos del Cielo o dioses relacionados con el cosmos. La capacidad de volar es inherente a los antiguos dioses y la mayoría de las divinidades vienen del espacio bajando a la Tierra por el Aire. El descenso de los dioses a la Tierra implica una conexión entre lo alto (o superior) que desciende a lo bajo (o inferior). Y esta conexión se produce por el Aire. Como símbolo del espacio y portador de la diafanidad, el Aire es un transportador (mensajero) de la luz (Divinidad). Es el intermediario que permite la comunicación entre el Cielo y la Tierra.
El Aire es el pensamiento lógico y racional. Como Elemento masculino se considera el hijo del Cielo que es el “Principio Masculino”. Está considerado el cabecilla de los cuatro, ya que ha de pensar lógicamente cómo afrontar las dificultades. El Aire es la lógica que busca una solución rápida sin dejarse llevar por las emociones del Agua ni por la pasividad de la Tierra.
El poder del Aire puede elevarse por encima de la Tierra y del Agua. Cuando nos sentimos desamparados, olvidados o atrapados mentalmente a un problema, necesitamos renovar nuestro Aire interior. Cuando subimos a una montaña o a un edificio y sentimos el viento fresco en nuestra cara, podemos contemplar el panorama de la vida bajo una perspectiva diferente. El Aire siempre nos acoge dándonos un respiro a nuestra carga, trayéndonos inspiración y nuevas ideas.
Cuando ponemos flores o plumas en nuestros altares, cuando rezamos, cantamos o salmodiamos estamos conectando con el Aire. Cuando necesitamos elevar nuestra consciencia por encima de nuestra situación física y emocional, ponemos incienso y rogamos la asistencia a las esferas superiores. El humo del incienso ha representado desde hace milenios la ascensión de nuestras oraciones que se elevan al cielo y nos conecta con el Plano Divino.
El cuerpo mental está bajo el gobierno del Aire, ya que es el elemento más intelectual de nuestro ser. Cuando nos comunicamos con los demás (ya se a de forma verbal o escrita) expresamos nuestras ideas y preocupaciones nos sentimos escuchados y aliviados. La comunicación (en cualquiera de sus formas) nos permite sacar de nuestra mente lo que llevamos rumiando durante días o años y expulsarlo al exterior.
La magia del Aire está vinculada a sus conceptos elementales. Todas las fórmulas que se expresan a través de la difusión, evaporación, elevación o agitación entran dentro de su categoría. Los vientos, soplos, alientos, palabras de poder, bendiciones, maldiciones, oraciones, plegarias, canticos, salmodias, inciensos, perfumes, ramilletes olorosos, plumas y atrapasueños pertenecen al Aire. Los instrumentos musicales de viento como los tubulares, campanas, gons, platillos, flautas o silvatos también entran dentro de su categoría.
Las actividades gobernadas por el Aire están relacionadas con el mundo intelectual. La inspiración, la creatividad, la imaginación, la visualización, el aprendizaje, el conocimiento, la memoria, la sabiduría, la razón, la expansión, la locución, la filosofía, los lugares elevados, las nubes, los pájaros y los vientos son del Aire.
Las energías conceptuales del Aire nos dan el sentimiento de libertad, independencia, soltura, ligereza, movimiento y vuelo. Todo lo que es ágil, inspirador, volátil, teórico, idealista o hipotético le pertenece al Aire (está en el aire).
El Aire rige el pensamiento consciente, así como el Agua el inconsciente. El Aire nos permite refrescar nuestras doctrinas, cambiar de opinión, recuperar la inspiración y volver al trabajo con renovadas energías. Cuando estudiamos, aprendemos, leemos, consultamos libros o textos especializados, estamos dejando que un Aire fresco entre en nuestra mente. Cuando enseñamos a los demás, educamos y compartimos una noticia, también estamos trabajando con el Aire.
El Aire es el medio por el cual la información se transporta. Es el medio por donde viajan las ondas de nuestros satélites de comunicación. Es el medio donde las nubes, los pájaros, las semillas, los perfumes y los recuerdos se comunican. Es el aliento de la vida y la última respiración en nuestra muerte.
El ELEMENTO DEL FUEGO
El Fuego el cuarto elemento dentro de la escala aristotélica. Es activo, masculino, caliente y seco. Es el elemento portador de la luz y esta cualidad lo ha dotado de grandes valores simbólicos, mágicos y espirituales.
Los principios de la vida, la muerte y la resurrección también están presentes en el Fuego. Es el elemento que nos ilumina y calienta, pero también el que nos quema y consume. Representa todo lo que es transformador, iluminador y divino. Está presente en el sol que nos ilumina desde el cielo, en el rayo que baja como intermediario y en el fuego del magma que surge de la Tierra.
Como elemento básico el Fuego también es necesario para la vida. Cuando el planeta recibe la luz solar, las moléculas de la vida vegetal, marina y terrestre, producen el potencial energético necesario para realizar la fotosíntesis -que es la conversión de la materia inorgánica en orgánica-.
Cuando nuestro cuerpo recibe la luz solar nuestro organismo también se beneficia produciendo Vitaminada D en nuestra piel, que es fundamental para la mineralización de nuestro sistema óseo. Con la luz solar también fortalecemos nuestras defensas, equilibramos el colesterol y elevamos nuestro ánimo. La manifestación térmica del fuego en nuestro cuerpo es garantía de vida y su ausencia produce la muerte (cuerpo vivo-caliente, cuerpo muerto- frío).
Simbólicamente hablando el Fuego es “el corazón y el cerebro del planeta. El “corazón” está presente en el núcleo planetario, que es el generador del campo electromagnético que nos protege de las radiaciones solares. El “cerebro” está representado por la actividad eléctrica que se produce a diario en la atmósfera. Cada día que pasa, la Tierra recibe más de ocho millones de rayos por todo el mundo. Este fenómeno (visto desde el espacio) resulta similar a la sinapsis neuronal que se produce en el interior de nuestro cerebro y de ahí la analogía.
Cuando estudiamos la historia nos damos cuenta de que el descubrimiento del Fuego fue esencial para el desarrollo de la humanidad. Desde el momento en que el ser humano controló el Fuego, la evolución humana dio un salto cualitativo imparable. Gracias a él, alumbramos las noches, protegimos nuestras vidas ante los ataques exteriores y aprendimos a cocinar los alimentos. Esta condición nos dio una ventaja frente a los demás animales del planeta, y nos otorgó la idea de superioridad y mando.
Cuando encendemos velas, tomamos el sol, usamos la electricidad, miramos a los demás, sentimos pasión y calor, estamos conectando con el poder del Fuego. También lo hacemos cuando sentimos la fuerza del deseo para realizar nuestros proyectos y ponernos en marcha. Todo lo que hacemos a través del impulso está soportado por el Fuego que es el elemento más místico y erótico de todos. Sin el Fuego no iniciaríamos ningún proyecto en la vida.
Como no podría ser de otro modo, el Fuego también ha sido deificado y asociado a la divinidad por su naturaleza misteriosa. Su capacidad iluminadora, sus formas cambiantes, colores y fuerza, fueron los principales impulsores en su concepción divina. Para la mayor parte de los pueblos antiguos, el Fuego fue un elemento puro y divino, un demiurgo procedente del sol (en su manifestación tangible). Los dioses Agni, Hefesto, Prometeo, Brighit, Vesta y otros muchos, están relacionados con el fuego original que nos capacita para ser dignos de los misterios superiores.
A través del Fuego y por medio del Fuego los seres humanos hemos adorado a los dioses y celebrado rituales para conectar con la inmortalidad del cielo. Las culturas están llenas de expresiones simbólicas que muestran esta idea. Las famosas “Hogueras de San Juan”, “El Árbol Luminoso de Navidad” “El Fuego de la Zarza de Moisés”, “El Fuego de la Resurrección de Pascua”, “”La Leyenda del Ave Fénix””, nos recuerdan el triunfo de la luz frente al poder de las tinieblas. Cuando analizamos el origen de estas expresiones descubrimos que detrás de todas ellas se encuentra un símbolo común: “la adoración de la luz”. Y así el poder del Sol (como fuente de luz y calor), y el Fuego (como extensión del mismo) son sus representantes. En todas las culturas el sol ha recibido la categoría de “dios” o ha sido usado como su representación celeste, y por similitud el Fuego ha sido usado para representar su poder o conectar con él.
La magia del Fuego es aquella que está vinculada a sus conceptos elementales básicos. Todas las fórmulas que se expresan a través de la ignición, combustión e iluminación entran dentro de su categoría. Las prácticas realizadas con hogueras, antorchas, velas, velones, lamparillas de aceite, farolillos, teas, carbones, círculos de fuego, pólvora, saltos sobre la hoguera, etc, le pertenecen.
Cuando incluimos velas o fuegos en nuestros altares estamos conectando nuestro espíritu con el poder iluminador y transformador del Fuego. Estamos participando en nuestra devoción y conectando con el plano superior que nos asiste. Como fuente de luz, las velas tienen la capacidad de iluminar nuestra consciencia y guiarnos a través de la oscuridad que nos rodea. Encender una vela en nuestro altar es permitir que nuestro interior se conecte con la luz del Universo y aceptar la transformación en nuestras vidas.
Las energías conceptuales del Fuego nos dan el sentimiento de liberación, cambio y elevación (ya sea interior o exterior). Todo lo que es iluminador le pertenece al Fuego. Cuando nos iluminamos por dentro y decimos “Eureka, lo encontré…!”, estamos bajo la gracia del Fuego que iluminó nuestra consciencia por medio de la comprensión.
Las actividades gobernadas por el Fuego están relacionadas directamente con la energía, la pasión, la sangre, la vitalidad, la voluntad, el valor, el coraje, el erotismo, el sexo, la purificación, la consumación, la incineración, la transmutación, la protección y la evolución.
El Fuego rige nuestro cuerpo astral, que es el motor del deseo. Como “hijo del Sol” vive en nuestro corazón impulsándonos a vivir una vida participativa (no estática). Dentro de los cuatro elementos, el Fuego es el más vehemente de todos. Necesita estar activo y ponerse en marcha. Es la pasión que nos desborda, el deseo incontrolable por lograr nuestras metas, la tenacidad, la perseverancia y el cambio constante.
El poder del Fuego nos invita a vivir la chispa de la vida. Su naturaleza no es lógica como el Aire, ni emocional como el Agua, ni estable como la Tierra. Es impredecible y necesita estar activo o se extingue. Cuando nos sentimos alegres, felices, cargados de energía y con ganas de trabajar, el Fuego está despierto en nosotros. Cuando nos sentimos tristes, sin ganas de hacer nada o desmotivados, nuestro Fuego interior está débil. El Fuego es el elemento más rápido y directo para conectar con el plano invisible. Su efecto puede resultar sorprendente. No es un elemento para tímidos ni cobardes, es para mentes osadas y valientes.
EL ELEMENTO DEL ESPÍRITU
El Espíritu es el quinto elemento dentro de la escala aristotélica. Es la fuerza unificadora que une y anima a los otros elementos, dándoles la vida y permitiéndoles comunicarse y trabajar juntos. El Espíritu existe en todas las dimensiones sutiles y es el medio por el cual la magia viaja desde el otro mundo al nuestro y viceversa.
El Espíritu es el principio de la vida, y está relacionado con la inmortalidad. Como elemento superior y eterno, se encuentra presente en todos los demás y está dotado de todas sus cualidades porque todas proceden de su emanación.
Los principios de la vida, la muerte y la resurrección están presentes en él, más que en ningún otro elemento. Su presencia garantiza que la vida pueda manifestarse en todas las dimensiones del Universo. Sin él no puede ser otorgada la vida, pues aunque estén presentes los cuatro elementos, el Espíritu es fundamental para vida. Sin él, no hay vida de ningún tipo.
Como elemento que otorga la vida, el Espíritu es un elemento inmaterial, etéreo e incorpóreo. No tiene sexo que lo identifique pues no está sujeto a la dualidad física del cuerpo. Es andrógino en algunas representaciones o asexual en otras, pues las cualidades “masculinas” y “femeninas” proceden de su energía.
El Espíritu es el elemento más difícil de identificar porque está en todo y en ningún sitio. No es denso como la Tierra, ni fluye como el Agua, ni es ardiente como el Fuego, ni es volátil como el Aire. Es todo eso y más, porque tiene todos los atributos elementales. Por su presencia omnipresente el Espíritu ha sido identificado con los símbolos del espacio, la circunferencia, la rueda de la vida y el principio inmaterial del Universo. De él surgen todas las cosas tomando forma, patrón y función.
En los últimos tiempos se han realizado muchos estudios y teorías para entender qué es el Espíritu y poder comprenderlo. Los investigadores con tendencia científica lo han comparado con la “materia oscura”, por su similitud con el soporte invisible de la materia física. Otras corrientes lo han identificado con las enseñanzas de la física cuántica y con la posibilidad de viajar más allá del tiempo y el espacio.
Las tradiciones orientales también han intentado explicarnos el concepto del Espíritu mediante símbolos y metáforas. En las religiones budista e hinduista encontramos la metáfora de “La Red de Indra” para explicar cómo es su estructura y funcionamiento. La Red de Indra nos explica que detrás de la realidad física existe una realidad sutil formada por una serie de conexiones invisibles que se expanden al infinito en todas las direcciones.
Si observamos una tela de araña después de un día lluvioso, veremos gotas de agua que se agrupan en las intersecciones de los hilos. En cada intersección hay una gota brillante de agua que refleja a las demás, dando forma a una sala de espejos infinita. Cada gota contiene el reflejo de toda la trama, de modo que si enfocamos la atención en una sola gota, podremos ver a todas las demás (una parte del todo, “Ley de Contigüidad”). Y así, el Espíritu vendría a ser la propia red, formando un campo vibratorio de información que da origen a todas las experiencias físicas y espirituales[2]. La Red de Indra viene a enseñarnos que más alláde lo que vemos, existe una energía invisible que está en todo, lo almacena todo, lo conecta todo, lo penetra todo y lo comunica todo. Todos nosotros estamos dentro de esta red invisible. Y aunque parezca que es algo externo a nosotros, en realidad ya formamos parte de ella, sólo que no lo vemos.
Resulta curioso descubrir las similitudes que existen entre las enseñanzas antiguas orientales y los descubrimientos científicos modernos. En el año 2014 los descubrimientos astronómicos de California insinuaron que una malla de filamentos invisibles conectaba todas las galaxias del Universo formando una gran red cósmica. Según estas investigaciones, las galaxias están suspendidas sobre esta red que lo conecta todo. De modo que la creencia espiritual de que “todos estamos conectados” no estaría tan descabellada como podría parecer.
¿Pero porqué no podemos ver diariamente esta realidad invisible?
El problema principal está en nosotros, en nuestra consciencia limitada. Debido a que hemos creado un sistema cultural y social donde lo físico tiene mayor importancia que lo espiritual, nuestros sentidos cognitivos se han acostumbrado al Plano Físico, cerrándose a los planos invisibles. Hemos creído que sólo lo que vemos, tocamos y olemos es real, y esta creencia limitada, ha cristalizado en nuestra mente embruteciendo nuestros sentidos y perdiendo la conexión con el mundo invisible. Esto nos ha hecho creer que estamos solos en el Universo o que somos frutos del azar.
Para tomar consciencia de la conexión que ya tenemos con el Espíritu (y sentir su unión), necesitamos despertar de nuestro engaño. Para hacerlo hemos de abrir nuestros sentidos a la posibilidad de que todo es real. Cuando lo hacemos y damos una oportunidad a las enseñanzas místicas, nuestra consciencia accede a los hilos de la red (que es donde está registrada toda la información) y esta se ilumina. En este estado de iluminación, se produce un hecho sorprendente; la información que hay registrada en la red del Espíritu llega a nosotros de forma inesperada y el cambio en nuestro interior se produce. Una vez hecho el contacto (aunque sea mínimo) la percepción de la realidad cambia en nosotros. A partir de aquí ya no podemos volver atrás. En el momento en que conectamos nuestra consciencia a la red universal nuestra consciencia da un paso evolutivo. Sube de nivel y comprende que allá del Plano Físico existen otras dimensiones igual de reales que la física.
Cuando nos damos cuenta de que existen otros planos de la realidad, el mundo físico deja de ser el protagonista de nuestras vidas. Nuestra consciencia se abre a nuevas dimensiones y la búsqueda interior se produce. Algunas personas viven este despertar como una expresión maravillosa y mágica. Otras lo viven de forma dramática y angustiosa, pues todos los paradigmas de su realidad se derrumban. Al comprobar que existe “algo más”, los conceptos que han recibido por su educación se tambalean y nada tiene sentido. En ese momento, la persona iluminada debe escoger entre seguir adelante y renacer, o hundirse en la sombra. Cada persona procesa la iluminación de forma diferente. Sin embargo si la conexión se mantiene y el buscador dirige su vida de forma equilibrada (en armonía con las otras áreas de la vida), podrá vivir una vida plena, sana y feliz. Saber que formamos parte de algo maravilloso, grande y eterno no ha de ser motivo de drama ni sufrimiento, al contrario. Ha de ser liberador y reconfortable para cualquier buscador.
A los occidentales nos cuesta mucho entender el concepto del Espíritu porque estamos acostumbrados a personificar las energías de la Naturaleza. Necesitamos una definición clara de lo que es para entenderlo. Si nos dicen que la Tierra es un elemento básico lo comprendemos porque la podemos ver, tocar y sentir. Si nos dicen que el Agua es otro elemento básico también lo comprendemos porque la sentimos y la podemos beber. Pero si nos dicen que existe otro elemento diferente, que no se puede ver ni tocar, nuestra sonrisa se congela.
Como causa de todas las cosas, el Espíritu ha sido llamado el “Alma de la Naturaleza”. Está presente en todo el Universo, y es la “chispa de la vida” que nos mantiene vivos. Él es el que hace latir nuestro corazón permitiendo que la materia tenga vida. Cuando somos engendramos a través de la unión del padre y de la madre, una “chispa vital” procedente del Espíritu desciende sobre nosotros y se instala en nuestra materia permitiendo nuestra vida. Su luz se mantiene en nuestro interior mientras la materia de nuestro cuerpo la soporta. Cuando morimos y dejamos el cuerpo físico en la Tierra, esa chispa (nuestra alma) se libera de la materia y vuelve al estado inmaterial original. Vuelve a su origen para reencontrarse con su fuente y fundirse con ella. Al igual que el agua del río busca el mar, nuestras almas buscan instintivamente el reencuentro con el Espíritu de forma natural. Por esta razón cuando sentimos un despertar espiritual, emprendemos un viaje eterno en busca de nuestra fuente creadora.
Al igual que los demás elementos, el Espíritu también ha sido deificado y asociado a diferentes divinidades. Todas las deidades están relacionadas con su energía. En el mito sumerio es An (dios creador de las estrellas). En la religión egipcia es Athun (el que es consciente por sí mismo). En la religión judía es Yahveh (el dios de Israel). En la religión cristiana es Dios Padre Todopoderoso. En la tradición hermética recibe el nombre de “El Todo” (porque lo abarca todo). En la religión Wicca es el Dios y la Diosa (entendidos como principios masculino y femenino).
Cuando analizamos las distintas religiones nos damos cuenta que detrás de las deidades supremas está el Espíritu. Todas las religiones hablan del mismo principio vital, sólo que cada una lo llama de una forma diferente. ¿No te parece una tontería discutir por ello?
El problema de etiquetar al Espíritu con una identidad humana es peligroso porque nos hace creer que él es una persona con carácter y personalidad. Cuando buscamos en las religiones nativas descubrimos que el concepto del Espíritu está mucho más limpio de esta identidad. Los indios norteamericanos y los chamanes de todos los pueblos, comprenden al Espíritu como el principio de la vida. Para ellos es el propio cosmos vivo y lo llaman “El Gran Espíritu”. Esta identificación, llegó a nosotros a partir de la conquista de Canadá por parte de Francia. Cuando los franceses conquistaron Canadá y se relacionaron con los nativos observaron el concepto divino de los chamanes. Al intentar entender su concepto, lo compararon con el concepto cristiano de Dios y de ahí vino el nombre de “Gran Espíritu”. Sin embargo, la comparación con el Dios cristiano no es exacta, ya que la traducción literal del concepto nativo es “Gran Conexión”. La concepción del Espíritu como el “Universo Vivo”, es la más acertada dentro de las tradiciones antiguas, pues lo libera de la personalidad que el ser humano le atribuye.
A menudo las religiones monoteístas nos dicen una y otra vez que “Dios está en nuestro interior”, intentando explicarnos cómo conectar con su presencia. Esta frase puede ser válida si pensamos que el Espíritu es una persona. Pero si somos paganos y nuestro sistema de creencias es animista o panteísta, tal vez nos sintamos confusos con esta idea. Si un sacerdote nos dice- “busca a Dios está en tu interior”, nos quedaremos igual. En cambio si nos explican esta enseñanza desde un punto de vista científico, tal vez lo comprendamos mejor. Si nos dicen: “-El acceso a la Red Cósmica Espiritual que lo forma todo, está en tu interior, en tu consciencia”-, entonces la cosa cambia. Al cambiar la palabra “Dios” por “Red Cósmica”, para nosotros es más fácil entender el mensaje. Si eliminamos la representación antropomorfa (humanizada) de Dios, y en lugar de imaginarlo como un señor mayor en su trono, lo entendemos como una Red de Energía sutil y viva, entonces será más fácil entender lo que es realmente.
Conectar con el Espíritu (“Dios”, “El Alma de la Naturaleza“, “La Red de Indra”) es algo que todos podemos hacer, porque todos estamos dentro de ella. Para los seguidores de las antiguas costumbres el sistema de la Naturaleza es válido como puente de desarrollo espiritual porque es directo. Para un panteísta es más fácil conectar con su energía a través de la Naturaleza porque no hay intermediarios entre su concepto divino y el propio Espíritu.
Pensar que el Espíritu es el alma del Universo nos integra dentro del marco existencial. Pensar que existe una red de conexión formada por hilos que nos conectan a los demás, da la respuesta a muchos fenómenos psíquicos como la telepatía, la adivinación o la conexión con otros mundos. Si todo está conectado, todos podemos acceder a la información de la red y beneficiarnos de ella.
Conectarnos conscientemente con el Espíritu es necesario para desarrollar nuestra alma y vislumbrar los misterios. También es necesario para que nuestra magia funcione y viaje entre los mundos. Cuando más conectados estamos a la red, más información tenemos, más conocimientos recibimos y más sabiduría acumulamos. Los conocimientos, la información y los datos ya están ahí, guardados en la red cósmica. Lo único que tenemos que hacer es aprender a conectarnos desde nuestro interior.
Conectar con el Espíritu es como subir a la cima de una montaña. Cuando subes no puedes ver todo el paisaje, sólo ves el camino, pero cuando llegas arriba puedes observar todo el panorama con perspectiva. Estando en la cima descubres donde te encuentras y te das cuenta de lo grande que es la Naturaleza. Contemplar el paisaje desde esta perspectiva te hace ver el mundo con otros ojos (los ojos del espíritu). El cambio de visión también te invita a vivir la vida de otra forma. Te hace vivir con más consciencia, con más intensidad, con más conocimiento y con menos resistencia. “Subir a la montaña” es una frase que utilizan los místicos de oriente por esta razón. Es una frase que nos invita a elevar nuestra consciencia al nivel superior, para que nos demos cuenta de la realidad espiritual.
Las enseñanzas básicas del Espíritu van más allá de lo que podríamos explicar en esta obra, pero se pueden resumir diciendo:
Todo está unido.
Todos estamos dentro de la red universal.
Todos podemos conectar con ella y acceder a su información.
La consciencia es la que se conecta con ella.
El Espíritu rige todo lo que es compartido con los demás. Su magia está relacionada con la conexión del reino espiritual. Todas las plegarias dirigidas a los dioses, todas las invocaciones, meditaciones, ofrendas, devociones, novenas, rosarios, decretos, mantras y rezos cuya función es la de conectar con lo superior entran dentro de su categoría. Las prácticas destinadas a elevar nuestra consciencia, como la meditación, la programación neurolingüística, la percepción extrasensorial, los viajes astrales, los sueños premonitorios, la mediumnidad, la videncia, la clarividencia, la sanación transgerenacional, etc, también le pertenecen. La magia del Espíritu está relacionada directamente con la vida espiritual, la sanación y la unión.
Cuando ayudamos a los demás, participamos en actividades espirituales y humanitarias, cuidamos a los ancianos, protegemos a los niños, asistimos a los animales, honramos a los ancestros, reivindicamos nuestros derechos, y ayudamos a las nuevas generaciones, estamos trabajando con el Espíritu. También lo hacemos cuando compartimos nuestras alegrías, celebramos los ciclos de las estaciones y afirmamos la vida. Cualquier acción que defienda, honre y afirme la vida está bajo la asistencia del Espíritu.
El cuerpo espiritual está bajo el gobierno del Espíritu, y su sede está en nuestra consciencia. Cuando sentimos amor, caridad, compasión, perdón, paz, felicidad y alegría estamos conectando con su energía. Cuando nos sentimos unidos a otras personas a través del amor y formamos una comunidad espiritual de conexión, el Espíritu vibra en nosotros. La gracia del espíritu está en que todos formamos parte de su reino y más allá de lo que nos han contado, todos somos merecedores de su amor.
Sabio y Bendito Seas
El Brujo Shiva
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[1] En algunas escuelas mágicas el Aire se coloca en el último nivel de la escala (dejando al Fuego en tercer lugar) debido a la conexión que tiene con la atmósfera y la cercanía al cielo. Sin embargo, nosotros seguiremos el sistema de Aristóteles para avanzar en nuestro sistema elemental. El fuego también está presente en el Sol y en las Estrellas, de modo que siguiendo con su enseñanza nos afinamos a este sistema jerárquico.
[2]Para más información te recomiendo la bibliografía de Alan Wilson Watts. Filósofo británico y experto en religiones, filosofías y el despertar consciente. Ha escrito más de veinticinco libros y artículos sobre el misticismo, la identidad personal, la verdadera realidad y la búsqueda de la felicidad.
- Los elementos son la síntesis de las Fuerzas naturales, y expresan las diferentes energías que hay en la Naturaleza. Son fuentes de energía y sirven como portales dimensionales.
- El Mago-Bruja conecta con ellos externamente e interiormente (desde su consciencia) por que sabe que a través de ellos transporta su Espíritu (consciencia), llevándole a las dimensiones supraterrenas, que es donde residen los Espíritus, Seres y Dios@s.
- El entrenamiento de un Mago-Bruja ha de ser con los elementos físicos, pues ellos sirven como catalizadores del poder Psico-mágico, que duerme en nuestro interior, esperando a ser despertado.
Cuando este poder se despierta el Mago-Bruja llega a ser Señor/a de los Elementos......aunque sea parcialmente y por un momento.
- EL ENTRENAMIENTO ES LA CLAVE QUE LLEVA A LA MAESTRÍA.
............. La diferencia entre la estrella de 5 puntas y la de 6 es:
* La de 5 es el el Pentagrama y es el símbolo de la Naturaleza,
* La de 6 es el Exagrama y representa la unión del Cielo y de la Tierra (o principio masculino y femenino), y también se usa como vínculo de unión entre la consciencia humana y la divina.
- Los elementos son la síntesis de las Fuerzas naturales, y expresan las diferentes energías que hay en la Naturaleza. Son fuentes de energía y sirven como portales dimensionales.
- El Mago-Bruja conecta con ellos externamente e interiormente (desde su consciencia) por que sabe que a través de ellos transporta su Espíritu (consciencia), llevándole a las dimensiones supraterrenas, que es donde residen los Espíritus, Seres y Dios@s.
- El entrenamiento de un Mago-Bruja ha de ser con los elementos físicos, pues ellos sirven como catalizadores del poder Psico-mágico, que duerme en nuestro interior, esperando a ser despertado.
Cuando este poder se despierta el Mago-Bruja llega a ser Señor/a de los Elementos......aunque sea parcialmente y por un momento.
- EL ENTRENAMIENTO ES LA CLAVE QUE LLEVA A LA MAESTRÍA.
............. La diferencia entre la estrella de 5 puntas y la de 6 es:
* La de 5 es el el Pentagrama y es el símbolo de la Naturaleza,
* La de 6 es el Exagrama y representa la unión del Cielo y de la Tierra (o principio masculino y femenino), y también se usa como vínculo de unión entre la consciencia humana y la divina.